miércoles, 1 de agosto de 2018

Sencillo y crucial: respeto a los contratos

La vida diaria, en este mundo, funciona cuando se respeta lo pactado. 

No son necesarios ni los milagros, ni la magia, ni el heroísmo excepcional, ni los motines o las algaradas. 

Basta con que el sujeto A cumpla lo que acordó con el sujeto B, digamos: pagar el día 15 de cada mes X cantidad por el alquiler de una vivienda específica. A le paga a B y B le otorga a A el uso de un departamento ubicado en tal domicilio, con tales y cuales características. No se requiere que A o que B sean seres excepcionalmente bondadosos, altruistas o desinteresados. Basta con que cada cual cumpla lo acordado libremente y cada cual recibe lo que espera: el arrendatario el uso de una vivienda y el arrendador el dinero esperado en la fecha pactada.

Por el contrario, la vida diaria se convierte en un infierno cuando no se respeta lo pactado, ni se honra lo prometido en un contrato. 

Es por ello que me parece verdaderamente atroz que el ganador de la contienda presidencial del pasado primer día de julio, el señor Andrés Manuel López Obrador, anuncie que se condonarán los adeudos  -- que suman más de 40 mil millones de pesos- que determinados usuarios de energía eléctrica tienen con la Comisión Federal Electricidad (CFE), ya que esos morosos consuetudinarios habrían dejado de pagar como un acto (omisión, más bien) de "resistencia civil" al considerar "injustos" (por elevados) los cobros que esa empresa productiva del Estado les ha reclamado por años.

Esos deudores contumaces establecieron, en algún momento, un contrato con la CFE mediante el cual se comprometieron a cubrir, en determinadas fechas, los pagos por los servicios de energía eléctrica que habrían de recibir, y recibieron, en sus hogares o incluso en sus comercios; a cambio, la empresa, CFE, se comprometió a brindarles el servicio. En el contrato se prevén diversas contingencias de incumplimiento por cualquiera de las dos partes y la ley prevé también diversos mecanismos jurídicos para resolver controversias entre las partes. Se podrá discutir, desde luego, si tales mecanismos son idóneos o no, expeditos o no, justos o no, pero se suponen conocidos y aceptados por ambas partes previa a la firma del contrato. El compromiso de las partes fue libre y es, a todas luces, exigible. Incluso, el pacto prevé que alguna de las partes quiera cancelar el contrato o impugnarlo en los tribunales. Se vale. Lo que no se vale es que una autoridad (por encumbrada que sea o que se sienta) presente o futura, decrete inexistente el compromiso. 

Eso, simplemente, derrumba la confianza básica en la que se funda la convivencia civilizada. 

Nótese, por cierto, que el señor López Obrador espera en estos momentos, ¡con toda la razón del mundo!, que la autoridad electoral constituida le otorgue el formal reconocimiento de su triunfo, asimismo espera, ¡con toda la razón del mundo!, que como consecuencia inexorable de ese reconocimiento formal el Estado mexicano le otorgue todo lo necesario, y previsto en la ley, para cumplir el mandato inequívoco que le dieron alrededor de 30 millones de electores como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos a partir de la primera hora del primer día de diciembre de este año 2018. Si alguna autoridad cualesquiera dijese, o insinuase siquiera, que se le debe regatear o negar ese reconocimiento, y todo lo que conlleva jurídicamente, al señor López Obrador él tendría toda la razón de rebelarse enérgicamente y con él millones de mexicanos también lo haríamos (incluso quienes no votamos por él y quienes consideramos, por las razones que sean, que su abrumador triunfo es también un apabullante error que, como sociedad, hemos cometido) porque se estaría violando lo acordado, libre y públicamente. 

Los contratos, lo acordado en términos legales, sea un simple contrato de prestación del servicio de energía eléctrica o sea lo acordado para elegir, con el voto mayoritario, el gobierno que deseamos, deben cumplirse o se rompe todo el orden jurídico. 

Es gravísimo proclamar el incumplimiento o la invalidez de lo acordado simplemente por el deseo - generoso o mezquino, desinteresado o calculador- de una autoridad, sea esa autoridad lo encumbrada que sea o que se sienta. 

Respetar los contratos o "cierra y vámonos". Usted, señor López Obrador, tiene la palabra. ¿Qué dice?

1 comentario:

  1. Ya no dan ganas de pagar, de cumplir, de honrar la palabra... es el cerillo que inicia el incendio, la rebelión de los justos...

    ResponderEliminar