jueves, 26 de julio de 2018

Aún no es tiempo de nabos...

La mojiganga sigue pletórica de sorpresas, pero "cada cosa a su tiempo y los nabos en adviento" como dice un sabio refrán español.
El tiempo de los nabos llegará a principios de diciembre, justo en el adviento. Entonces, se verá cuáles de los estallidos de la mojiganga fueron sólo petardos de ocasión y cuáles empezarán a ser propósitos para ser cumplidos con buenas o malas artes.

Hay que advertir, por más que parezca obvio, que la mojiganga cumple también el propósito de distraer, entretener, aligerar el ánimo, apartar el juicio ajeno de lo verdaderamente importante, de forma que el taumaturgo pueda fabricar sus pretendidos prodigios a salvo de miradas impertinentes y de la severa fiscalización del público. Este, el público, debe disfrutar el entretiempo, dejarse arrastrar por el encanto de las ridículas presentaciones, reír, abrir lleno de asombro la boca, apuntar con el dedo índice los detalles ingeniosos o chuscos de los disfraces, embelesarse con las parodias, enojarse con los fingidos villanos...

¿Está, mientras tanto, el taumaturgo haciendo su minuciosa tarea en lo secreto? No se sabe. Hay días, ¡ay!, en que sospecho que el taumaturgo es inhábil en su oficio y tal vez confunde las propias distracciones que lanza al aire con la sustancia de su tarea. Si así fuese, todos lo lamentaremos, empezando por él. Esa clase de ineptos taumaturgos suelen proclamar, orondos, que "gobernar es comunicar" y se acomodan en la poltrona de los petardos falsamente informativos creyendo, insensatos, que basta con tener al respetable público entretenido, encantado con las cortinas de humo, hipnotizado con los relámpagos pintados torpemente en el proscenio y aturdido con los tronidos que los utileros producen golpeando tambores de madera...El encantamiento es efímero y muy pronto el público se impacienta y recuerda las urgencias prosaicas y cotidianas, la realidad de a de veras. La vida fuera del escenario. 

Y entonces: "Se acabó, el sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual" (Serrat). Llega el tiempo de los nabos, coincidiendo, ¡qué cosas!, con el adviento y ahí nos veremos las caras.

Sí, ahí veremos si la escasez fue derogada (imposible, lo sabemos desde siempre). Ahí veremos si las amenazas de reducciones de sueldos, de desplazamientos inopinados, de airados despidos, son ciertas o sólo fueron "globos de sonda", "habladas", baladronadas...Ahí veremos si, mientras nos entreteníamos con el inventario de asuntos ridículos que exhibió la mojiganga, el taumaturgo, el autor, el protagonista, hizo la tarea y confeccionó -con buenas o malas artes, con inteligencia o con pura emoción-, algo real más allá de las fantasías.

"Cada cosa a su tiempo, y los nabos en adviento".


 

martes, 24 de julio de 2018

Los aluxes y la escasez

El asunto de que una probable funcionaria de un futuro gobierno federal en México crea o no en los aluxes, como seres reales capaces de incidir en el destino de personas o de entornos, se ha magnificado en las redes sociales. No es tan relevante, a menos que esa supuesta creencia derive, en el futuro, en decisiones de política pública irracionales en lo que atañe al cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales. O en otros ámbitos del quehacer gubernamental.

Es decir: debiera importar sólo si fuese una señal inequívoca de que la magia o la superstición tomarán en el futuro el lugar que debe corresponder a la racionalidad y a los conocimientos científicos en las decisiones y acciones u omisiones de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). No lo sabemos aún, y el revuelo alrededor de las declaraciones de la señora Josefa González Blanco Ortiz Mena (la probable titular de esa dependencia en un muy probable gobierno presidido por Andrés Manuel López Obrador) tiene más de esgrima verbal, burla más o menos trivial entre adversarios políticos, jocosidad, muestra de ingenio o de falta de él, que de una discusión seria.

En cambio,  me preocupa ver que al probable futuro gobierno federal se le empiezan a cerrar las opciones para disponer de cuantiosos recursos - al menos unos 500 mil millones de pesos en un primer cálculo- que solventen sus ambiciosos planes: incremento de las pensiones a los adultos mayores, becas o ayudas para aprendices jóvenes, construcción de refinerías (a mi juicio una de las maneras más lamentables de desperdiciar los recursos), infraestructura de transporte y comunicaciones, entre varios proyectos más que esta misma semana el probable futuro Presidente de México ha calificado como "prioritarios".

Veamos. 
En una primera instancia, durante la campaña electoral, escuchamos que esos recursos provendrían del combate a la corrupción. Ya hace tiempo, en mayo, mencioné los puntos frágiles de ese "razonamiento" y el alegato puede leerse aquí.  En breve: la mayor parte del dinero que obtienen los corruptos no proviene directamente del erario, sino de los particulares, y la corrupción consiste no tanto en meter la mano en la hucha, sino en que el funcionario público propicie favores o disimulos u obstaculice la competencia que pudiese resultar ruinosa a sus socios en la iniciativa privada; amén de que desde hace años el gobierno federal posee candados y controles mucho más estrictos que los que suele haber en los gobiernos locales. 

Más tarde, el ahora candidato triunfador de las elecciones presidenciales añadió, como fuente inmediata de esos cuantiosos recursos fiscales, las medidas de austeridad que ha publicitado en 50 puntos. Muchas de tales medidas han sido muy controvertidas, no sólo porque parecen impensadas e injustas varias de ellas, sino además porque probablemente enfrenten multitud de obstáculos legales para llevarse a cabo (obstáculos insalvables, por fortuna, porque se trata de garantías ciudadanas que han de proteger la Constitución y un Poder Judicial independiente). 

Tampoco hay que esperar un caudal de recursos de la enrevesada venta de un avión (que aún no se ha liquidado por parte del comprador), ni de recortes de personal que, otra vez las garantías constitucionales, específicamente en el ámbito laboral, significarían en el corto plazo más erogaciones que ahorros.

¿Cómo hacer compatibles estos proyectos de transformación, que requieren cuantiosos recursos, con un entorno de finanzas públicas sanas, en equilibrio, sin creación de nuevos impuestos ni incrementos en las tasas o de la base gravable de los ya existentes?

No hay forma, a menos que - acuciados por la necesidad de dar resultados y de cumplir en la ruda prosa del gobierno cotidiano, aunque sea en parte, lo prometido tan generosamente en el fragor de una larguísima campaña electoral--, echemos a volar la "creatividad" o la imaginación. 

En tal caso, no sería de extrañar que empecemos a ver cómo se estiran los conceptos para hacer posible lo que antes imposible parecía. En buen cristiano, y con una mínima honestidad intelectual, eso se llama "magia". En buen cristiano, y con una mínima honestidad intelectual, eso es equiparable a creer en los aluxes y a echar mano de ellos, lo mismo para justificar la desecación de un lago que una plaga que destroza las cosechas o una inundación repentina que deja sin hogar a miles. 

Y si bien no hay evidencia alguna (sustentable científicamente) de que los aluxes existan, sí hay en la historia numerosas evidencias de que existen y han existido argucias conceptuales (¡mágicas!) para disfrazar un déficit fiscal de "ajuste coyuntural que se corregirá por sí solo en poco tiempo dado el estímulo que provocará en la oferta o en la demanda", o para argumentar (¡mágicamente!) que lo que es verdad en las finanzas personales y en las finanzas de las empresas (por ejemplo: que no se puede gastar más de lo que se tiene) deja de serlo cuando estamos en el ámbito (¡mágico!) de la macroeconomía. 

Son las argucias conceptuales que de una u otra forma niegan la escasez, que es el hecho básico, irrefutable y contundente, del que debe partir la ciencia económica. 

A esos "aluxes" con disfraz de señores respetables y hasta de académicos solemnes, sí hay que tenerles mucho miedo.

lunes, 23 de julio de 2018

Papeles doblados de siglos pasados, además: el Pito Real y el "pitorreo"

¿Fue mi abuelo, fue mi padre, fue mi tía?
Nunca sabré quién recortó burdamente un fragmento de periódico --- que contiene la historia en breve de cómo compuso Vicente Riva Palacio la letra de la canción satírica "Adiós Mamá Carlota" en julio de 1866, en Huetamo, Michoacán--, dobló en cuatro el recorte y lo puso, inopinadamente, entre la página 954 y la página 955 del tomo 14 de la "Historia de Méjico" ("desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días") de don Niceto de Zamacois, editada en Barcelona y Méjico, por J. F. Parres y Compañía, en 1880.

Hice el hallazgo esta mañana, cuando buscaba información de otra índole (acerca de López de Santa Anna) entre los 20 tomos de la historia de Zamacois, que heredé de mi padre, quien la heredó de mi abuelo indirectamente tras varios años en que ese tesoro bibliográfico estuvo en posesión de mi tía, única hermana de mi padre. 

Quien haya hecho este recorte de periódico... 



para atesorarlo o tal vez para consultarlo después, no sólo lo recortó tan mal que no permite deducir de qué periódico se trata (por la tipografía sospecho que es "Excélsior"), ni la fecha de publicación (conjeturo, por los fragmentos que pueden leerse de un manifiesto en el reverso, donde se quejan airadamente del productor cinematográfico Gregorio Walerstein, que sería en los años 60 del siglo pasado), ni quién es el autor del breve recuento histórico (usual en los periódicos del siglo pasado), sino que lo puso en el lugar equivocado, ya que debió ubicarlo en el tomo 18-A de la historia de Zamacois, específicamente en donde el bilbaíno (historiador que emigró a México en 1840, quien fue además periodista, novelista y poeta; autor, por cierto, de la letra de la famosa canción "La golondrina", que aún suele cantarse con motivo de sentidas y hasta lacrimosas despedidas), narra, a partir de la página 478, cómo desaparecieron de pronto "todas las risueñas esperanzas que había acariciado por espacio de dos años el emperador Maximiliano" ya que Napoleón (en realidad Luis Napoleón o Napoleón III) iba a retirar sus tropas sin cumplir la convención firmada en Miramar y ello dio a lugar a que la emperatriz Carlota el 5 de julio de 1866 detuviera la mano de Max, antes de que este redactase su renuncia al trono, persuadiéndole de que ella, Carlota, intentaría "por sí misma, el arreglo de las difíciles cuestiones que, una vez vencidas, como esperaba conseguirlo, afianzarían de una manera inquebrantable la monarquía en Méjico". 

Para ese fin, Carlota emprendería de inmediato viaje a Europa, zarpando de Veracruz en el vapor Emperatriz Eugenia.

Ilustra esta narración de Zamacois la lámina que retrata a la emperatriz Carlota  (atribuida por los editores a "reputados artistas") y que copio aquí:


Y esto enlaza con el recorte de periódico, tantas veces citado, que cuenta lo siguiente: "Hallándose el general don Vicente Riva Palacio en la población de Huetamo, Michoacán, comiendo en la casa en que se alojaba, llegó un emisario que le entregó una comunicación. El general poeta quitándose las gafas, leyó el papel con profunda atención, volvió a doblarlo y ante la intensa expectación de sus compañeros de mesa, continuó la comida hasta rematarla con sabroso café de Uruapan, pero sin referirse al contenido de la correspondencia recibida.

"Una vez despejada la mesa, levantóse el general, y ordenando a su secretario que llevara pluma y papel, comenzó a dictarle de un tirón, la irónica canción..." 

Sí, "Adiós Mamá Carlota", que es una "burlesca poesía" (dice el anónimo periodista del dichoso "suelto" del periódico) acerca de la partida de la emperatriz parodiando la "famosa" (entonces, supongo) composición "Adiós a México" de Rodríguez de Galván. 

De hecho, los cuatro primeros versos de la cancioncita burlona son los mismos que los de la canción seria y dicen: 

Alegre el marinero
Con voz pausada canta,
Y el ancla ya levanta
Con extraño rumor.

Pero a continuación Riva Palacio empieza la chunga:

La nave va en los mares,
Botando cual pelota,
Adiós Mamá Carlota,
Adiós mi tierno amor.
De la remota playa
Te mira con trizteza
La estúpida nobleza
Del mocho y el traidor.


Los versos satíricos se publicaron de inmediato en un periodiquillo llamado El Pito Real que se editaba en Huetamo, Michoacán, bajo la dirección del mismo general y poeta Riva Palacio.

El Pito Real era una publicación que circulaba entre los chinacos del Ejército del Centro y levantaba sus ánimos en la lucha contra el imperio de Maximiliano y en favor de la República. Se trataba de una publicación furiosa y satírica que solía burlarse (con poco comedimiento, por cierto) de los conservadores (los cangrejos) y de "mochos y traidores". De ahí que hay quien conjetura que el verbo "pitorrear" (pitorrearse) nació como una extensión del título del periódico satírico. 

Aunque en realidad el Pito Real es un pájaro: Picus viridis de la familia Picidae y también conocido en Europa como "carpintero verde". Aquí se los presento:


 
Y tan, tan...esta historia se acabó...o casi. Sólo me resta comentar, con extrañeza, que mi abuela materna, Paz, cantaba eso de Adiós Mamá Carlota, con la letra un poco cambiada...Empezaba así:

Adiós Mamá Carlota,
Narices de pelota....

Con eso bastaba para que los nietos nos partiéramos de la risa. Y ya no recuerdo más.

viernes, 20 de julio de 2018

De ambiciones vulgares y de las otras...

Cuando yo era niño, una de las ambiciones -anhelos, sueños- de la mayoría de los niños mexicanos era ser Presidentes de su país. Sí, eso fue hace bastantes años (imaginen, soy casi tan mayor como el virtual ganador de las más recientes elecciones presidenciales), pero era una ambición legítima de millones de niños mexicanos, lo que se dice: una ambición vulgar, pero buena y bien vista, tanto que incluso algunos maestros y padres la propiciaban.

Confieso que eso de las ambiciones a mí no se me da muy bien. Supongo que hay una mezcla de pereza, timidez y afición a la soledad (o tal vez orgullo disfrazado de humildad, que es lo peor) que termina moderando mis ambiciones. Pero nunca he tenido problemas con las ambiciones vulgares (como era, en aquellos tiempos, la de tantos niños que querían llegar a ser Presidentes) y ni siquiera con los vulgares ambiciosos. Vamos, estamos en un país libre ¿no? 

También confieso que a los siete u ocho años de edad sucumbí a la tentación de ambicionar algo con muchas ganas, con ahínco, con denuedo. Algo muy raro en mí, pero fue una ambición que muy pronto fracasó. Deseaba ser como Pelé, un astro del futbol y ganar montones de dinero sin hacer otra cosa que jugar futbol divinamente, pero terminé siendo un efímero y minúsculo "media cuchara" en una construcción (remedio aleccionador que ideó mi papá para atemperar esa insana y loca ambición) hasta que los airados reclamos de mi mamá dieron fin al experimento pedagógico y retorné - tan confuso como vagamente aleccionado- a la rutina escolar del segundo grado de primaria. Pero esa es otra historia que aquí no viene al caso.

Desde la primera vez que escuché a Andrés Manuel López Obrador decir que él de ninguna manera es un vulgar ambicioso, la declaración me intrigó y estimuló en mí extrañas divagaciones que, de manera benévola, podríamos calificar como "sesudas reflexiones".  Aquí van:

Primera reflexión: No cabe duda que durante muchos años el señor López Obrador ha ambicionado ser Presidente de México. Una ambición que enunciada así me parece totalmente legítima, aunque vulgar para alguien que fue niño, en México, en los años 50 y 60 del siglo pasado. Sin embargo...

Segunda reflexión : En el caso de la específica ambición de López Obrador él no ambiciona, vulgarmente, ser un Presidente más, sino uno de los mejores, un Presidente que haga historia, más aún: un Presidente que encabece, conduzca, propicie, una gran transformación del país (la cuarta, ha dicho, mencionando que las tres previas han sido la Independencia, la Reforma y la Revolución - así, con mayúsculas de esas que se ponen para quitar el aliento y como aviso a los distraídos de que están ante algo monumental y grandioso) y eso ya no tiene nada de vulgar. Luego entonces, tiene toda la razón del mundo en decir de sí mismo que no es un vulgar ambicioso o un ambicioso vulgar. Empero...

Tercera reflexión : Si pensamos en una transformación de gran magnitud experimentada por este país hay que advertir - aun a riesgo de ser calificado de aguafiestas- que eso puede, en ocasiones, ser algo muy poco deseable. Me explico: ¿Qué mayor transformación, cambio o mudanza, consigna la historia patria que aquella pérdida terrible de millones de kilómetros cuadrados de su territorio en el siglo XIX, atribuida a la traición y artimañas de uno de los grandes villanos que nos mostraban en la escuela nuestros maestros, con tristeza y hasta con franco enojo: Antonio López de Santa Anna? Sí, un gran transformador de la historia patria (y sobre todo de la geografía, dirán los graciosos de siempre que sólo ven las apariencias), pero para nuestra desdicha, para nutrir resentimientos - velados o abiertos- ante el avasallamiento del gigante del norte y demás. Por eso...

Cuarta reflexión : Me atrevo a recomendar al virtual ganador de las elecciones presidenciales que ahora que ha cristalizado, casi, la primera parte de su poderosa ambición (ser Presidente de México) cuide muy bien de recordarnos a los ciudadanos (¿por qué seguimos siéndolo, ciudadanos, verdad?, a despecho de que hoy parezca obligatorio no ensombrecer los entusiasmos multitudinarios con un poco de espíritu crítico) que no ha culminado su ambición ahí, sino que ahora falta lo más importante: garantizar que no ha sido ni será una vulgar ambición sino una ambición noble, grandiosa (más o menos como la de Arturo, el bohemio "que sólo ambicionaba robarle inspiración a la tristeza", habría dicho Guillermo Aguirre y Fierro en el célebre "Brindis del bohemio", favor de consultar, quien la tenga aún, su edición de "El declamador sin maestro")...Ambición, pues, de transformar al país, para bien, sí, para bien. 

Menuda ambición, diría yo, pero no me hagan mucho caso. 

jueves, 19 de julio de 2018

Cuando el otro López arrasó...

El lunes 22 de septiembre de 1975 se proclamó que el candidato del PRI a la Presidencia de la República, en las elecciones federales del año próximo, sería José López Portillo y Pacheco. Lo recuerdo bien. El jueves anterior, el 18 de septiembre, habíamos sepultado a mi hermano Alfonso Javier en el Panteón Jardín, en el mismo "lote" en que reposaban los restos de mis abuelos paternos, Beatriz y Salvador. Lo recuerdo bien. Once días antes del famoso "destape" de López Portillo, el jueves 11 de septiembre, yo había cumplido 21 años. Lo recuerdo bien, ocho días antes, el domingo 14 de septiembre, José Ignacio, mi hermano mayor, cumplió 24 años y sin duda fue el peor cumpleaños que habría de recordar en toda su vida, atribulado como estaba por la desaparición y búsqueda de mi hermano Alfonso, Poncho, Pin-Pon ("pinche Poncho"), de 22 años, que el sábado 13 de septiembre había sido literalmente devorado por las aguas furiosas del río Amacuzac, en Morelos, segundos después de que un remolino volcase la balsa en que él y sus amigos - confiados aventureros- se habían propuesto desafiar los "rápidos" del río. Y recuerdo bien que en esos tiempos nadie hablaba elegantemente del "turismo de aventura" o de los "deportes de alto riesgo". 

Todos, menos Alfonso, lograron salir a flote y llegar hasta la orilla. Empezaba la pesadilla...

Ese sábado 13 de septiembre, hago memoria, me tocó cubrir como reportero de las "fuentes educativas y culturales" de "El Diario de Monterrey" (hoy "Milenio Monterrey") una conferencia que dictó Ernest Mandel, el intelectual marxista y activista trotskista nacido en Frankfurt, en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Interesante, aunque las sesudas opiniones de Mandel no merecerían al día siguiente, domingo, más de 60 líneas en el periódico (hoy, a la distancia, me parecen excesivas). Por supuesto, nada sabía de que mi hermano Alfonso estaba a punto de iniciar, con sus amigos, esa fatal aventura en el río Amacuzac a unos mil kilómetros de ahí. Yo me había mudado a Monterrey un año y medio antes para estudiar Ciencias de la Comunicación en el ITESM. No me enteraría hasta el lunes 15 de septiembre de que Poncho estaba "desaparecido"; mis padres le habían pedido a mi hermano Nacho que no me dijese nada, para no inquietarme en vano; mis padres en esos momentos tenían aún la esperanza de todos los padres de todos los tiempos, cuando los hijos están en peligro: "Poncho aparecerá vivo, seguramente, y hasta divertido. Es un excelente nadador, es fuerte, es decidido"...Esperanzas vanas. 

En medio del dolor que padecíamos, de la infinita tristeza y estupefacción por la trágica muerte de Alfonso, de las angustiosas preguntas sin respuesta, de la consoladora solidaridad (caridad para llamarle por su nombre genuino, hermoso y olvidado), que decenas de familiares, amigos y conocidos nos dieron, especialmente a mis desechos padres, la noticia del "destape" de López Portillo que se proclamaba aquí y allá con gritos de fingido júbilo, con cataratas de adjetivos desgastados por el abuso, era para mí una amarga ironía, un ejemplo atroz de la vanidad de las cosas de este mundo: ¿Cómo puede importarles tanto "eso" - recuerdo que me preguntaba--, cuando estamos padeciendo este golpe brutal, demoledor, cuando el universo entero está en suspenso ante el hecho dolorosamente inexplicable, incomprensible de que una vida joven, maravillosa, llena de proyectos y anhelos, de inquietudes y esperanzas, se haya cancelado de súbito por no sé qué decreto divino incomprensible, injusto, tremendo?

En fin, cada cual sus recuerdos. Para mí, para los míos, fueron días, semanas, meses, tal vez años, desoladores por razones en las que nada importaba la fatua voz de locutor y la estampa de ese político engreído que desplegaba todas sus dotes de seducción para más embelesarse en la estúpida contemplación de sí mismo ante el espejo.

Ya se sabe que el domingo 4 de julio de 1976, José López Portillo y Pacheco, quien se veía a sí mismo como un nuevo (y seguramente perfeccionado) Quetzalcóatl, semejante a un dios, arrasó en la contienda electoral con el 91.9 por ciento de los votos. Ja, ja, ja...el único candidato con registro, por supuesto. Y con el PRI con todo el poder en ambas cámaras legislativas, en todas las gubernaturas de los estados "libres y soberanos". Con execrable humor negro la coalición de partidos con la que triunfó don Q (como le gustaba llamarse a sí mismo a López Portillo, al contemplarse, henchido de viril orgullo, je, je, je, en el espejo del país) se llamó "Alianza por la democracia", compuesta por el PRI y dos pequeños apéndices: el PPS y el PARM.

Muchos años después, el 17 de febrero de 2004, mi padre convalecía en el Hospital Ángeles del Pedregal, al sur de la Ciudad de México, horas después de someterse a una exitosa intervención cardíaca. Le acompañaba mi hija mayor, quien me habló por teléfono para darme la noticia: había un gran movimiento de médicos, enfermeras y personal auxiliar en el área contigua a la habitación que ocupaba mi padre ya que José López Portillo y Pacheco (es muy importante ese "y Pacheco") acababa de morir. Le respondí a mi hija que no lo podía creer, que nada habían dicho los medios de comunicación, los que yo por razones de mi oficio seguía a lo largo del día. Ella se rió: "Claro que no lo saben, papá, acaba de pasar. Uno de los médicos se lo dijo de inmediato a mi Tito (mi padre)". Y así era.
Horas después, en la noche, mi hija y yo pudimos contemplar a unos metros de nosotros los bruscos y airados ademanes y gestos propios de una encendida discusión entre José Ramón López Portillo y la viuda del ex-presidente, Sasha Montenegro, quien estaba en una silla de ruedas. Al parecer, los insignes deudos zanjaron finalmente sus diferencias, se separaron y minutos después se haría "oficial" la noticia del fallecimiento de José López Portillo y Pacheco. 

"Sic transit gloria mundi".     



jueves, 12 de julio de 2018

¡Es virtual, Jacobo, es virtual!

Me temo que durante una larga temporada, tal vez años, en México tendremos que acostumbrarnos a usar con displicencia y desparpajo el adjetivo "virtual" y su adverbio derivado: "virtualmente".

Es eso (impregnarnos de "virtualidad") o nos hundiremos en el más negro estado de ánimo, producto de una progresiva y creciente decepción.

Por lo pronto le he preguntado a un experto, al doctor Aníbal Basurto Corcuera, conocido otrora como "el gordo Basurto", y él me ha dicho:

"Mire usted, es inevitable que una sociedad inmersa en una mudanza vital de gran calado como será la bien llamada cuarta transformación, deba adaptar también su psicolingüística de una forma acorde a la profundidad, anchura y altura de los inmensos cambios que se avecinan. Ello implica recurrir a denominaciones idóneas que permitan conjurar los peligros de crecientes disonancias cognoscitivas, esto es: que eviten la incómoda percepción de que, como se decía coloquialmente en épocas pretéritas: nos tomaron el pelo o nos vieron la cara de zoquetes".

¿Podría darme algunos ejemplos, doctor?

"Por supuesto. Tomemos el caso de la lucha prioritaria para erradicar la corrupción que deberá darse desde el primer día, incluso antes, desde los prolegómenos de la cuarta transformación. Es probable que algunos individuos despistados no perciban de inmediato que los eventos de corrupción han terminado de una vez por todas y que incluso señalen alguna aparente tropelía por aquí, algún supuesto latrocinio de dineros públicos por allá, la presunta sustracción de recursos en tal dependencia gubernamental, tal vez algún aparente tráfico de influencias por el cual el compadre del secretario Tal se enriqueció...Pero serán percepciones erróneas. Y es ahí donde resulta crucial ampliar la perspectiva semántica y habituarnos a entender el concepto de virtual. Se tratará de una erradicación virtual pero total de la corrupción, ¿me entiende?"

Sí, doctor Basurto, empiezo a captar el concepto. ¿Se aplica también este adjetivo (virtual) a otras mediciones específicas?, por ejemplo ¿a la reducción a la mitad de los salarios de los altos funcionarios del gobierno?

"¡Exacto!, lo sustantivo es que se reduzcan los salarios y se cumpla el propósito anunciado. Eso es lo esencial. Otra cosa es que esa reducción se verifique virtualmente, eso será mera circunstancia, será accidente, no sustancia".

Volvamos al principio, doctor Basurto: ¿Qué debemos entender por "virtual" o por "virtualmente"?

"Muy sencillo. Tradicionalmente se registran tres acepciones del adjetivo 'virtual' en nuestra lengua. La cuarta transformación supera esa heterogeneidad semántica y concentra en una sola definición toda la riqueza del vocablo. Esa definición es la siguiente, y le ruego que tome nota puntual de mis palabras: Debe entenderse por virtual lo que produce en el paciente la percepción que desea el agente emisor de la promesa, orden, mandato o consigna. Así, lo que es explícito verbalmente en la orden del agente será real, al menos de forma tácita, en la imaginación y en los sentimientos del paciente. Apariencia es realidad".

¿Me podría dar más ejemplos en los que se aplique la virtualidad?

"Son virtualmente infinitos los campos de aplicación. Lo que a usted se le ocurra: que la Secretaría de Parques y Jardines se trasladará a tal poblado de la hermosa provincia mexicana...basta con que se abra en dicha población una oficina con ese nombre y se diga, explícitamente: 'Esta es la Secretaría de Parques y Jardines', los edificios y los miles de esforzados servidores públicos de esta Secretaría que siguen despachando en la capital del país son meros delegados que permanecen ahí por razones logísticas; es lo que llamamos 'descentralización virtual.

"También podemos pensar en reducciones virtuales de impuestos, en congelamiento virtual de precios y tarifas de la administración pública y en tantas otras cosas: la honestidad virtual, la estricta y virtual vigencia del estado de derecho, la estabilidad económica virtual, la virtual autonomía del poder judicial, la transparencia virtual, la virtual rendición de cuentas, la virtual autosuficiencia alimentaria, el superávit fiscal virtual, las refinerías virtuales, la virtualmente creciente producción de gasolinas mexicanas virtualmente limpias y puras, la reducción virtual de la deuda pública, el incremento virtual de las pensiones, el virtual aumento constante de los salarios mínimos, lo que se le ocurra, amigo, lo que usted quiera. El límite es la imaginación".

¿Virtualmente, desde luego?

"Así es, virtualmente todo puede ser virtual. ¿No es genial?".




miércoles, 11 de julio de 2018

Hacerle "el caldo gordo" a AMLO con el peso

Hoy, el principal encabezado del periódico "El Financiero" me ha resultado muy divertido, dice:
"Regresa al mercado el apetito por el peso".

La anfibología de la palabra "peso", que lo mismo puede entenderse como la moneda nacional que como la medida del volumen o masa de un objeto o persona,  permite que uno pueda descifrar el enunciado en clave humorística. Digamos, como: "Hacen el 'caldo gordo' con la apreciación del peso" o "Engordan las ilusiones del venturoso cambio con el desempeño del tipo de cambio"...

Y así, numerosos juegos de palabras que parecen diversión ociosa. 

Seamos serios y regresemos a lo que verdaderamente nos dice la información de ese periódico bajo ese encabezado tan singular. En breve, la nota consigna el excelente desempeño del peso mexicano frente al dólar estadounidense en los últimos días, específicamente a partir de que se proclamase el triunfo arrollador (es el adjetivo que conviene, sin duda) de Andrés Manuel López Obrador en las recientes elecciones presidenciales.

En efecto, el tipo de cambio en el mercado interbancario cerró ayer en 18.93 pesos por dólar estadounidense y añade la nota: "Según un listado de Bloomberg, durante la jornada el peso fue una de las monedas emergentes de mejor comportamiento".

Y se cita a una analista de un banco mexicano, quien señaló que "la reunión que tendrán integrantes del equipo de AMLO con funcionarios estadounidenses es una señal positiva para el mercado".

Para más abundar en el ánimo festivo por lo bien que se anda portando el peso, Enrique Quintana, director editorial del diario, en su columna cotidiana explica: "...en los último 30 días nuestro peso es la única divisa (en negritas en el original) de mercados emergentes que se ha apreciado frente al dólar, lo que claramente muestra que los inversionistas están separando a México (en negritas en el original) del resto de los mercados emergentes, obviamente por lo que está pasando aquí".

¿Y qué está pasando aquí? Todo mundo lo sabe, creo: Aquí ha pasado que ganó por un amplísimo margen y por una cantidad más que abundante de votos el señor López Obrador y que su triunfo no sólo fue reconocido con rapidez y sin regateos, sino que ha sido recibido como una excelente noticia, como el anticipo de un gran cambio en el país, como muestra de la madurez democrática de México e inicio de una nueva era que si bien no acabamos de definir qué tan buena y qué tan duradera será, se prevé como venturosa y promisoria. 

¡Qué bonito!, pero hay algunos puntos oscuros en este mural que se nos vende, en principio y casi sin cautela, como glorioso y triunfal. Y ello me obliga, me perdonarán los lectores, a volver a la interpretación humorística - digamos- del encabezado acerca del "apetito" recobrado por "el peso"...

A riesgo de ser aguafiestas sí encuentro motivos para creer que le estamos haciendo el caldo gordo a la victoria de AMLO. Hacerle a alguien el caldo gordo, dice el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es una locución coloquial que significa "hacerle (a alguien) el juego", darle por su lado, "darle el avión", cultivarlo con halagos...

Veamos: un elemento decisivo para la reciente apreciación del peso que parecen desdeñar tanto la nota como la columna reseñadas es la tasa de interés nominal y real que se obtiene en México. Los Cetes a 28 días se colocaron ayer en la subasta semanal de valores gubernamentales del Banco de México a una tasa de 7.74%, apenas un punto base por debajo de la tasa de referencia (TII a un día) del propio Banco Central que está en 7.75% y que, según la mayoría de los analistas, subirá a 8% en el futuro próximo (mi previsión es que esto sucederá tan pronto como el 2 de agosto, en la próxima reunión de política monetaria de la Junta de Gobierno del Banco de México), mientras que la inflación anual se ubicó, al cierre de junio, en 4.65 por ciento. No hay en el mundo en este momento opciones de inversión tan atractivas, en el corto plazo, como las que está ofreciendo México. 

Por si fuese poco, la Junta de Gobierno del Banco de México, como lo señalé hace unos días, ha sido más que clara y contundente al avisar que no dudará en elevar la tasa de referencia si percibe un deterioro en las expectativas de inflación; en otras palabras: los actuales integrantes de dicho órgano colegiado están comprometidos públicamente a lograr que la inflación anual se consolide lo antes posible en su meta de 3 por ciento (con un intervalo de variación de más o menos un punto porcentual) y sostendrán su compromiso viniere lo que viniere en el futuro próximo o remoto.

Por algo es una institución genuinamente autónoma, con un mandato unívoco de lograr una inflación baja y estable. 

Por otro lado, hasta ahora no percibo ningún hecho concreto que avale el entusiasmo que algunos muestran por el futuro gobierno de López Obrador en materia macroeconómica. No tenemos hechos, sino declaraciones generales, varias veces confusas e imprecisas, excelentes promesas verbales, arriesgadas ocurrencias, "genialidades" (como dibujar un futuro de promisorias exportaciones de mole a China y de agua de coco a los millenials del orbe) que dan risa y miedo a la vez...

Y no es reproche, dado que el señor López Obrador no será Presidente hasta el primer día de diciembre de este año; dentro de 141 días. En ese tiempo el tipo de cambio puede moverse en una u otra dirección y lenta o rápidamente, con suavidad o con espasmos bruscos. Imposible saberlo a ciencia cierta. 

Hoy, el fenómeno AMLO es "virtual". Tan virtual como "el caldo gordo". 

Piénsenlo.



lunes, 9 de julio de 2018

Una larga mojiganga

No han transcurrido ni diez jornadas tras el desenlace electoral proclamado la noche del primero de julio y tal parece que hemos entrado en un vertiginoso ir y venir de noticias, hechos, dichos, gestos, juicios, análisis, previsiones, anuncios, mudanzas de ánimo, júbilos, temores, profecías, desplantes, eclipses y amaneceres.

El conjunto configura un panorama de conmoción y desconcierto no exento de humor, de tal forma que podría calificarse de insólita mojiganga, que es - en buen español- "obrilla dramática muy breve, para hacer reír, en que se introducen figuras ridículas y extravagantes". También se dice que una mojiganga es: "cosa ridícula con que parece que alguien se burla de otra persona" y, se define también la dichosa mojiganga como "fiesta pública que se hacía con varios disfraces ridículos, especialmente en figuras de animales".

Las tres acepciones son aplicables a lo que hemos presenciado en esta primera semana de julio.

Tigres temibles que, de súbito, parecen gatitos tiernos; conversos repentinos que hacen penitencia y claman por el perdón de sus pecados; acólitos que arrojan la espada para sostener el incensario. Algunos juran haber visto a un singular Cid Campeador de pelo cano y sonrisa socarrona; otros cuentan que se trata de un redivivo Francisco de Asís o, más insólito aún, que "el lobo de Gubbia, el terrible lobo" que decía Rubén Darío, se ha vuelto manso y lame sumiso las sandalias del Santo de Asís...

Sucede algo que me recuerda la deliciosa descripción que hiciera Benito Pérez Galdós de la inauguración de las Cortes de Cadiz en 1812, evento que fue visto, en su día, lo mismo como presagio del fin del mundo -un cataclismo- que como aurora de tiempos promisorios e insólitos, el recomenzar del paraíso terrenal.

Cito, a manera de ejemplo, lo que Galdós hace decir a uno de sus personajes, que es obviamente desafecto a lo que ve en la inauguración de las Cortes:

"Nada, nada - dijo don Pedro con ironía-. Si ahora vamos a estar muy bien; si vamos a ver aquí el siglo de oro; si no va a haber injusticias, ni crímenes, ni borracheras, ni miserias, ni cosa mala alguna, pues para que nada nos falte, en vez de padres de la Iglesia, tenemos periodistas; en vez de santos, filósofos; en vez de teólogos, ateos".

Cada cual su gusto ante el espectáculo. Habrá quien censure que yo lo moteje de mojiganga, es decir: como algo que llama a risa, pero creo que ello es, por el contrario, venturoso. Primero, porque repudia la solemnidad tiesa a la que tan afectos somos, dicen, los mexicanos; segundo, porque nos recuerda que estos fenómenos, observados a la distancia, puestos en perspectiva, son efímeros, apenas entretiempos, entretenimientos que más vale tomar con ánimo risueño, que así como no hay males que duren siglos, tampoco hay tropiezo que sea permanente, ni que carezca de remedio.

Claro, a las ilusiones seguirán los desencantos. Pero así es la vida y así la naturaleza humana. 

Tiempo habrá para reflexionar, después de reír.
Tiempo habrá para corregir los dislates, tras refocilarse en ellos.
Tiempo para morderse la lengua, como epílogo al inopinado insulto o al desafinado himno que confunde triunfo con revancha resentida. 

Tiempo habrá...

jueves, 5 de julio de 2018

¿Subirá Banxico la tasa de referencia a 8 por ciento?

Mi respuesta es: Sí. 

Es lo más probable que la Junta de Gobierno del Banco de México decida el próximo 2 de agosto una nueva alza de 25 puntos base a su tasa objetivo para llevarla a 8 por ciento.

Esta atrevida suposición se sustenta en información pública, al alcance de cualquiera. No es fruto de la adivinación, ni mucho menos de "información privilegiada", de secretos o de confidencias indebidas. 

Gracias a la política de comunicación del propio Banco Central que es deliberadamente transparente y oportuna, podemos inferir que, ante cualquier indicio de que las expectativas que acerca de la inflación tienen los agentes económicos empiecen a perder su anclaje, la Junta de Gobierno no dudará en elevar la llamada tasa de referencia para que, por así decirlo, "las aguas regresen a su nivel".

Hoy jueves 5 de julio el Banco de México difundió la minuta 60 referente a la reunión de política monetaria que la Junta de Gobierno sostuvo el jueves 21 de junio y en la que por unanimidad decidió incrementar la llamada tasa de referencia en 25 puntos base, lo que la llevó a su actual nivel de 7.75 por ciento.

Cito sólo dos párrafos de dicha minuta que a mi juicio revelan claramente cómo actuará la propia Junta de Gobierno:

Uno, respecto de la decisión del 21 de junio: "Todos los integrantes (de la Junta de Gobierno) coincidieron en que, ante un entorno más adverso, es indispensable una respuesta de política monetaria para evitar un desanclaje de las expectativas de inflación, evitar efectos de segundo orden, y procurar la convergencia de esta a su meta".

Dos, respecto de lo que la Junta hará hacia adelante: "Ante la presencia y posible persistencia de factores que, por su naturaleza, impliquen un riesgo para la inflación y sus expectativas, la política monetaria se ajustará de manera oportuna y firme para lograr la convergencia de esta a su objetivo de 3 por ciento".

No es ocioso recordar que ayer, miércoles 4 de julio, el probable Secretario de Hacienda en la futura administración, Carlos Urzúa, sorprendentemente dijo que prevé para el cierre de 2019 una inflación de "entre 4 y 5 por ciento". Previsión que, salta a la vista, está totalmente desanclada respecto de la meta permanente del Banco Central.

Tenemos, pues, a un agente económico de gran relevancia (actual y potencial) que envía una señal al resto de los agentes económicos discordante con la meta permanente del Banco de México. 

La conclusión sobre lo que pasará en el futuro inmediato con la tasa de interés de referencia que utiliza el Banco de México para instrumentar su política monetaria me parece casi obvia. 

Habrá que bendecir la transparencia en la comunicación del Banco de México, fruto por cierto de su autonomía, que no nos cansaremos de defender y de agradecer.

miércoles, 4 de julio de 2018

Respetar, también, la meta permanente de inflación

El objetivo prioritario del Banco de México es inequívoco y único: procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional. Así dice, textual, el párrafo sexto del artículo 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Para lograr su objetivo prioritario, el Banco de México utiliza un esquema de política monetaria conocido como "objetivos de inflación", es un esquema común en la mayoría de los bancos centrales del orbe. El esquema consiste, llanamente, en establecer una meta de inflación anual, de carácter permanente, y utilizar todas las herramientas de política monetaria a disposición del Banco para lograr tal meta.

Esa meta, en México, es de 3 por ciento anual de inflación (medida de acuerdo al Índice Nacional de Precios al Consumidor INPC) con un intervalo de variabilidad de más o menos un punto porcentual. Para efectos prácticos, se dice que el Banco de México está en el rango de su meta de inflación cuando la variación en el INPC, en los últimos doce meses, se ubica entre el dos y el cuatro por ciento. 

Dato puntual: al cierre de la primera quincena de junio de este año dicha variación (inflación general anual) fue de 4.54 por ciento. Es decir: aún arriba de la meta permanente del Banco de México pero notablemente inferior que la variación anual registrada doce meses atrás, en 2017, que fue de 6.30 por ciento.

La tendencia en los meses recientes ha sido claramente a la baja y se atribuye, en primera instancia, a la política monetaria restrictiva instrumentada por el propio Banco de México a través de la tasa de interés objetivo o de referencia que es la Tasa de Interés Interbancaria a un día, que hoy está en 7.75 por ciento.

Para buena parte de los especialistas todo esto es más que sabido. Y para la mayoría del público también es sabido que el futuro gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha dicho en reiteradas oportunidades que respetará la autonomía del Banco Central.

Con todos estos antecedentes, me sorprendió hoy miércoles en la mañana enterarme que Carlos Urzúa, quien presuntamente será el Secretario de Hacienda en el gobierno de López Obrador, haya dicho que "para el primer año de la próxima administración (los integrantes del equipo del futuro Presidente) esperan que la inflación llegue a un nivel de entre 4 y 5 por ciento, por arriba de lo esperado por el mercado" (cito la versión que ofreció en su edición en línea el periódico "El Financiero").

Es una declaración cuando menos imprudente, ya que pone en duda, sin mayores argumentos, la viabilidad de la meta permanente, (subrayo: permanente) del Banco de México y es una declaración que mina la autonomía del Banco Central en el terreno de las expectativas, que es crucial para el funcionamiento del esquema de metas de inflación.

Se me dirá, tal vez, que en estos días de transición y de "grandes cambios" se trató de un mero desliz sin importancia, de una cifra muy aproximada emitida de improviso bajo la presión de un interrogatorio periodístico y que no merece atención.

Sin embargo, el asunto es mucho más serio de lo que parece. Si el Secretario de Hacienda -el actual o el presunto- pone en entredicho la capacidad del Banco de México para alcanzar su meta permanente de inflación, está poniendo en serio riesgo la autonomía del Banco Central, la cual es crucial para la estabilidad económica de México.

Piénsenlo bien antes de hablar.

 

martes, 3 de julio de 2018

Elogio de la normalidad

Tengo para mí que el momento más importante del proceso electoral que acabamos de vivir en México fue la emotiva aceptación que José Antonio Meade hizo de su derrota en las urnas.

Fue un discurso generoso, pleno de respeto y aprecio a las instituciones democráticas de las que disfrutamos en México, sincero y más que oportuno.

Fue uno de las más hermosas muestras públicas de la grandeza de lo ordinario y de la epopeya de lo cotidiano que recuerdo en más de 60 años de vida.

Fue, también, el mejor recordatorio de que nunca somos más grandes que cuando damos las gracias a quienes día con día nos aman y nos hacen mejores de los que podíamos haber imaginado.

Con ese acto magnánimo al alcance de cualquier entendimiento, gesto disponible para todo aquel que sepa tender la mano a su prójimo y extenderle sus brazos, volvimos a la grandeza de lo ordinario, de lo normal, en contraste con la estridencia y extravagancia de lo que se presume extraordinario, "histórico", inaudito, excepcional. 

El abrazo que Pepe Meade, con un nudo en la garganta, dio a su esposa - refugio y fortaleza de todos los días- contrastó brutalmente con los puños cerrados y en alto, con las consignas a voz en grito, con la diatriba y la grandilocuencia que abundaron en otros escenarios durante el proceso electoral.

No cabe duda: la normalidad es un tesoro. Temamos a las grandes palabras y a las exaltaciones. No busquemos el éxtasis ("estar fuera de sí, devorados por una pasión"), sino el pan cotidiano del amor en la salud y en la enfermedad, en la derrota y en la victoria, en lo pequeñito y en lo que nos parece grandioso, en el vaso de agua para el sediento y en la sonrisa de cómplice entendimiento con quien nos acompaña.

Recuperemos lo normal, la vida diaria, los tesoros cotidianos: los dientes que empiezan a brotar en un bebé, el pan recién hecho, el abrazo callado y apretado al anciano...

¿Tenemos que "estar a la altura de nuestra responsabilidad histórica"? No lo creo, esa es mera grandilocuencia vacía para consumo del espectáculo. 

A menos que comprendamos que nuestra responsabilidad histórica en cada momento, y para cada uno de nosotros, es preservar el tesoro de lo normal, del día a día, con sus fatigas y sus gozos; sus sonrisas sin doblez,  sus lágrimas sinceras, sus logros y sus tropiezos.