martes, 24 de julio de 2018

Los aluxes y la escasez

El asunto de que una probable funcionaria de un futuro gobierno federal en México crea o no en los aluxes, como seres reales capaces de incidir en el destino de personas o de entornos, se ha magnificado en las redes sociales. No es tan relevante, a menos que esa supuesta creencia derive, en el futuro, en decisiones de política pública irracionales en lo que atañe al cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales. O en otros ámbitos del quehacer gubernamental.

Es decir: debiera importar sólo si fuese una señal inequívoca de que la magia o la superstición tomarán en el futuro el lugar que debe corresponder a la racionalidad y a los conocimientos científicos en las decisiones y acciones u omisiones de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). No lo sabemos aún, y el revuelo alrededor de las declaraciones de la señora Josefa González Blanco Ortiz Mena (la probable titular de esa dependencia en un muy probable gobierno presidido por Andrés Manuel López Obrador) tiene más de esgrima verbal, burla más o menos trivial entre adversarios políticos, jocosidad, muestra de ingenio o de falta de él, que de una discusión seria.

En cambio,  me preocupa ver que al probable futuro gobierno federal se le empiezan a cerrar las opciones para disponer de cuantiosos recursos - al menos unos 500 mil millones de pesos en un primer cálculo- que solventen sus ambiciosos planes: incremento de las pensiones a los adultos mayores, becas o ayudas para aprendices jóvenes, construcción de refinerías (a mi juicio una de las maneras más lamentables de desperdiciar los recursos), infraestructura de transporte y comunicaciones, entre varios proyectos más que esta misma semana el probable futuro Presidente de México ha calificado como "prioritarios".

Veamos. 
En una primera instancia, durante la campaña electoral, escuchamos que esos recursos provendrían del combate a la corrupción. Ya hace tiempo, en mayo, mencioné los puntos frágiles de ese "razonamiento" y el alegato puede leerse aquí.  En breve: la mayor parte del dinero que obtienen los corruptos no proviene directamente del erario, sino de los particulares, y la corrupción consiste no tanto en meter la mano en la hucha, sino en que el funcionario público propicie favores o disimulos u obstaculice la competencia que pudiese resultar ruinosa a sus socios en la iniciativa privada; amén de que desde hace años el gobierno federal posee candados y controles mucho más estrictos que los que suele haber en los gobiernos locales. 

Más tarde, el ahora candidato triunfador de las elecciones presidenciales añadió, como fuente inmediata de esos cuantiosos recursos fiscales, las medidas de austeridad que ha publicitado en 50 puntos. Muchas de tales medidas han sido muy controvertidas, no sólo porque parecen impensadas e injustas varias de ellas, sino además porque probablemente enfrenten multitud de obstáculos legales para llevarse a cabo (obstáculos insalvables, por fortuna, porque se trata de garantías ciudadanas que han de proteger la Constitución y un Poder Judicial independiente). 

Tampoco hay que esperar un caudal de recursos de la enrevesada venta de un avión (que aún no se ha liquidado por parte del comprador), ni de recortes de personal que, otra vez las garantías constitucionales, específicamente en el ámbito laboral, significarían en el corto plazo más erogaciones que ahorros.

¿Cómo hacer compatibles estos proyectos de transformación, que requieren cuantiosos recursos, con un entorno de finanzas públicas sanas, en equilibrio, sin creación de nuevos impuestos ni incrementos en las tasas o de la base gravable de los ya existentes?

No hay forma, a menos que - acuciados por la necesidad de dar resultados y de cumplir en la ruda prosa del gobierno cotidiano, aunque sea en parte, lo prometido tan generosamente en el fragor de una larguísima campaña electoral--, echemos a volar la "creatividad" o la imaginación. 

En tal caso, no sería de extrañar que empecemos a ver cómo se estiran los conceptos para hacer posible lo que antes imposible parecía. En buen cristiano, y con una mínima honestidad intelectual, eso se llama "magia". En buen cristiano, y con una mínima honestidad intelectual, eso es equiparable a creer en los aluxes y a echar mano de ellos, lo mismo para justificar la desecación de un lago que una plaga que destroza las cosechas o una inundación repentina que deja sin hogar a miles. 

Y si bien no hay evidencia alguna (sustentable científicamente) de que los aluxes existan, sí hay en la historia numerosas evidencias de que existen y han existido argucias conceptuales (¡mágicas!) para disfrazar un déficit fiscal de "ajuste coyuntural que se corregirá por sí solo en poco tiempo dado el estímulo que provocará en la oferta o en la demanda", o para argumentar (¡mágicamente!) que lo que es verdad en las finanzas personales y en las finanzas de las empresas (por ejemplo: que no se puede gastar más de lo que se tiene) deja de serlo cuando estamos en el ámbito (¡mágico!) de la macroeconomía. 

Son las argucias conceptuales que de una u otra forma niegan la escasez, que es el hecho básico, irrefutable y contundente, del que debe partir la ciencia económica. 

A esos "aluxes" con disfraz de señores respetables y hasta de académicos solemnes, sí hay que tenerles mucho miedo.

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