viernes, 31 de agosto de 2018

Halcones, palomas y otras etiquetas engañosas

Los bancos centrales no son un aviario. Es decir, nadie debiera verlos como "una colección de aves distintas, vivas o disecadas, ordenada para su exhibición o estudio".

Sin embargo, sucede. Al menos, numerosos analistas y, de su mano, periodistas y comentadores de noticias, suelen recurrir a los símiles del halcón y la paloma para etiquetar con facilidad esquemática las decisiones de política monetaria de tal o cual banquero central. De forma simplista puede decirse que un banquero central (o miembro de la junta de gobierno de un banco central) es halcón porque sus decisiones tienden a ser restrictivas (verbigracia: elevar la tasa de interés de referencia o propiciar por medios directos o indirectos una menor liquidez en la economía), en tanto que otro merece el calificativo de paloma porque sus decisiones suelen ir en sentido contrario y favorecer una mayor expansión del circulante o de lo que, otrora, se llamaba "dinero de alto poder" (vieja metáfora que parecía asociar al dinero con la dinamita, supongo).

La metáfora de los halcones y las palomas es importada, como se sabe. Surgió en la lengua inglesa y, originalmente, no se refería a los banqueros centrales o a la política monetaria, sino a las preferencias de los gobiernos a tomar cursos de acción más o menos agresivos, más o menos conciliadores, ante determinados conflictos con otras naciones; de forma simplista, e irreal porque las cosas no suelen ser tan simples, el halcón (hawk) tenderá a comportarse como un agresivo guerrero en tanto que la paloma (dove) será un estratega que privilegiará los métodos pacíficos de la diplomacia y la negociación no violenta. 

En un interesante artículo publicado en 2013 en The New Republic Alice Robb rastrea los orígenes en la lengua inglesa de esta metáfora perezosa (como le llama acertadamente) y encuentra que el "halcón" aparece por primera vez, con ese significado guerrero, en una carta de Thomas Jefferson a James Madison en 1798 para describir a los federalistas deseosos de ir a la guerra contra Francia. El término "paloma" asociado a la paz es de origen aún más remoto, siempre según Robb, y puede rastrearse en el Antiguo Testamento y en la épica de Gilgamesh : Tanto Noé como Gilgamesh envían una paloma para buscar tierra seca después de una inundación.

La metáfora se trasladó al terreno de la política monetaria, supongo, cuando en los años inmediatos posteriores a la Segunda Guerra Mundial se estableció lo que se ha llamado un "mandato dual" para el banco central estadounidense (Reserva Federal) que, desde entonces, debe velar tanto por el crecimiento de la economía (que debe acercarse a ese arquetipo keynesiano llamado "pleno empleo") como por la estabilidad de precios. 

A partir de ahí la metáfora ha tomado vuelo, lo que no podría ser de otra manera tratándose de aves voladoras. 

Un mandato dual, tan inopinado como el que comento, parece inevitable que tenga dos consecuencias: que los pobres banqueros centrales corran el riesgo de volverse bizcos por la necesidad de "tener un ojo al gato y otro al garabato" y, segundo, que el análisis de sus aciones se vuelva artificialmente dual y maniqueo. "O ves para acá y entonces eres halcón o ves para allá y entonces eres paloma...o ves para ambos lados a la vez y entonces serás un pájaro bizco camino de quedarse ciego".

Y la metáfora no sólo tomó vuelo en cuanto a la frecuencia de uso, sino que emigró - como algunos patos y algunas variedades de mariposas- hacia el sur, a tierras más cálidas, como México, donde es usada por analistas y demás con singular desparpajo, a despecho de que el Banco de México tiene un mandato único (estabilidad de precios o combate a la inflación) y un diseño institucional mucho más semejante al de los bancos centrales de Europa, digamos al Bundesbank alemán, o al Banco de Inglaterra. Siendo así las cosas en el caso de la inmensa mayoría de los bancos centrales del mundo, que tienen "mandatos únicos", la metáfora parece que falla estrepitosamente, porque los banqueros centrales (incluyo en la denominación, desde luego, a todos los miembros de la junta de gobierno, no sólo al gobernador del banco) debieran comportarse siempre como halcones, no por temperamento o afinidad electiva, sino por mandato de la ley. Y ello aun siendo, como suelen serlo, personas pacíficas, amables, sonrientes, conciliadoras y adversas a resolver eventuales conflictos mediante recursos de fuerza. Debieran ser "halcones" porque para eso los nombraron y porque esa - apurando el uso habitual que se le da a la metáfora en periódicos y otros medios de comunicación- es la descripción de su puesto.

También en 2013 Neil Irwin en The Washington Post  citó las duras críticas que el economista en jefe de Standar & Poors , Paul Sheard, hizo a  la dichosa metáfora de los halcones y las palomas aplicada a los banqueros centrales. El punto central del desagrado de Shear con la perezosa y simplista metáfora puede resumirse así: 

“The traditional labels could even be pernicious in the way they frame things, such that those who want to tighten policy are the Tough People Who Do What Needs to Be Done, and those who want to ease policy are hippie-dippies…. maybe instead of classifying central bankers by the variety of bird they most resemble, we should instead judge them on their ability to adapt their thinking to circumstance.”  

En otras palabras: Si somos serios, un banquero central "paloma" sería un banquero central que está haciendo mal su trabajo. Y viceversa: un "halcón" en un banco central es alguien que está haciendo lo que se debe hacer. 

Salta a la vista que lo que falla es la simpleza y hasta tontería de la metáfora de los halcones y las palomas. Mejor, esforcémonos por hacer análisis menos esquemáticos y simplistas (la política monetaria no es una regla de tres) y usemos con propiedad el lenguaje. Las analogías son necesarias con frecuencia, pero deben emplearse con cuidado y mesura.

Hace algunos meses, el actual Gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León, dijo en una entrevista que, si se empeñaban en encontrarle semejanzas con un ave, él preferiría ser caracterizado como un búho, tradicionalmente asociado a la sabiduría y, añado yo, de quien observa, no se duerme, pero no se precipita.

Y hace años, Agustín Carstens, anterior Gobernador del Banco, cuando le preguntaron si él era "halcón o paloma" se limitó a responder que no podía decirlo porque la zoología nunca fue su especialidad.

(Nota aclaratoria: fui Director de Comunicación del Banco de México de octubre de 2011 a abril de 2018; desde esa última fecha no tengo relación laboral alguna con esa respetada institución autónoma del Estado mexicano y estas desparpajadas opiniones son de mi exclusiva responsabilidad).


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