El comunicado puede leerse aquí.
Varios analistas interpretaron que la Junta de Gobierno había dado, en sus consideraciones, un mayor peso a los indicios de debilidad en la actividad económica que a los riesgos concernientes a la inflación. De forma esquemática - y errónea, como intentaré demostrar en este artículo-, dedujeron que el Banco Central manifestaba de esta forma un cierto cambio en sus prioridades y, a diferencia del pasado, enviaba la señal de que además del combate a la inflación se ocuparía, de ahora en adelante, de propiciar o impulsar el crecimiento de la economía.
Nada más erróneo. Por ello, en la primera oportunidad el gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León, salió al paso de esas interpretaciones y explicó claramente que las consideraciones que hace el Banco Central acerca de la actividad económica y el posible crecimiento del producto (PIB) en el futuro las hace en función de lo que significan en términos de riesgo para la inflación futura, y no como si el Banco fuese otro agente activo ocupado en promover el crecimiento de la economía.
Cito textual sus palabras en una entrevista con Víctor Piz de El Financiero: "Hay muchos elementos que se toman en consideración para la decisión de política monetaria (...) en la medida en que la actividad económica se desacelera, es más probable que la evolución de los precios continúe su tendencia a la baja". Y abundó: "Es muy claro que nuestro mandato es mantener la inflación baja y estable...pero el entorno económico es muy importante, porque da el contexto bajo el cual el proceso, en este caso de desinflación, se lleva a cabo".
Me parece que estas claras declaraciones desmienten las interpretaciones apresuradas y erróneas; en especial, aquellas que, de forma un tanto sibilina, trataron otra vez de poner sobre la mesa la propuesta de un "mandato dual" para el Banco de México, producto de una imitación extra-lógica de la forma en que está expresado en los Estados Unidos el mandato de la Reserva Federal. Se trata de una propuesta ampliamente superada en el terreno conceptual pero que cíclica y artificialmente trata de reanimarse con claro sesgo ideológico y político.
No es nuevo que los anuncios de política monetaria del Banco Central susciten algunas lecturas sesgadas dada la diversidad de intereses, prejuicios y marcos conceptuales de quienes los reciben. Habrá quienes busquen en dichos anuncios la confirmación de sus particulares estrategias de inversión en una coyuntura específica; habrá quienes lean los anuncios armados con sus propios anteojos ideológicos y habrá quienes, en momentos de euforia o de ánimo decaído, traten de encontrar en los mensajes de política monetaria del Banco de México elementos que refuercen o confirmen su particular estado de ánimo.
Ello es inevitable en cualquier comunicación. Estamos inmersos en un intenso, extenso y constante juego de "cifrar y descifrar" y es frecuente que los receptores de la comunicación descifremos los mensajes del emisor con mayor subjetividad de la que juzgamos tener; incluso determinadas palabras y formas sintácticas nos resultan más afines que otras. Aun haciendo a un lado los casos de mala interpretación deliberada - que puede haberlos, pero deben ser los menos-, cada cual de nosotros "lee" distinto un mismo texto.
En el caso específico de los anuncios de política monetaria suelen seguir un esquema preestablecido lo que disminuye el riesgo de lecturas sesgadas. También, el hecho de que se emitan en fechas preestablecidas y conocidas, incluso en un horario específico, mitiga las interpretaciones erróneas.
Al igual que los anuncios de política monetaria de otros bancos centrales los del Banco de México hacen lo que denominan sendos "balances de riesgos", uno referente al crecimiento económico y otro referente a la inflación. Pero, atención, nuestra tendencia a pensar en categorías simétricas no debiera llevarnos a pensar que, para el Banco Central, ambos balances tienen el mismo peso al momento de tomar la decisión de política monetaria.
De hecho, el balance de riesgos para el crecimiento tiene, a mi juicio, un carácter claramente instrumental: es un medio entre otros, muy importante desde luego pero medio al fin, para detectar la ausencia o presencia de posible presiones inflacionarias por el lado de la demanda, concretamente: si existen o no condiciones de holgura en la economía. Si hay condiciones de holgura (desempleo, indicadores débiles de consumo, de producción y de inversión destinada a futura producción) el Banco Central puede mantener o incluso relajar su postura monetaria sin riesgo de despertar a los demonios de la inflación (al menos, desde el punto de vista de la demanda agregada); si por el contrario, las condiciones de holgura se están estrechando o han desaparecido (verbigracia: una tasa de desempleo cercana a lo que se conoce como "pleno empleo", altas tasas de crecimiento de la producción industrial, altas tasas de crecimiento en consumo e inversión) es una señal clara para los banqueros centrales de que conviene apretar la postura monetaria (subir la tasa de referencia).
En cambio, el balance de riesgos para la inflación es el balance final y decisivo para la postura de política monetaria. En cierta forma, resume y concreta todos los elementos previos de análisis (incluido, desde luego, el balance de riesgos para el crecimiento, pero no solamente dicho balance) que han tomado en cuenta los miembros de ese cuerpo colegiado (la junta de gobierno) para llegar a una decisión de política monetaria.
Como ya se indicó, nuestra tendencia a categorizar mentalmente de forma simétrica (blanco-negro, arriba-abajo, izquierda-derecha, "por un lado-por otro lado", "halcones-palomas", y demás) explica, parcialmente, la tendencia de algunos receptores de los anuncios de política monetaria, a descifrar el mensaje también en términos simétricos, lo que conduce con frecuencia al error de interpretación que comentamos. A esto se añade la imitación extra-lógica de las categorías de análisis que se aplican en la política monetaria de los Estados Unidos, donde, ahí sí, la simetría obedece a un presunto "mandato dual" en el que, al menos en la letra, el crecimiento económico y el control de la inflación debieran tener el mismo interés y peso para la Reserva Federal (nótese, de paso, cómo basta intentar formular ese mandato dual en términos operativos para detectar su imposibilidad; eso, porque se trata más de una solución de compromiso político que de un mandato viable para una institución que sólo cuenta con instrumentos monetarios).
Ahora bien, un principio práctico y universal de toda estrategia exitosa de comunicación es que la responsabilidad de que el mensaje sea cabalmente comprendido recae siempre en el emisor del mensaje, no en los receptores del mismo. Traducido este principio práctico al tema que nos ocupa significa que el Banco de México tiene una ventana de oportunidad importante para mejorar aún más la comprensión que los mercados, los analistas y el público tengan de sus anuncios de política monetaria, en breve: para comunicar mejor.
Así, la Junta de Gobierno del Banco Central podría explorar la posibilidad de incluir explícitamente en sus anuncios de política monetaria la advertencia de que el balance de riesgos decisivo y final que toma en cuenta para sus decisiones (valga la redundancia) es el balance de riesgos de la inflación y/o la advertencia de que todos los elementos del análisis previo a la decisión (que son numerosos y de naturaleza muy diversa) que toma en consideración la Junta de Gobierno se abordan en cuanto son relevantes para el balance de riesgos para la inflación, que es el decisivo.
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