domingo, 19 de agosto de 2018

No es lo mismo tal que cual...

No es lo mismo chícharos que aguacate...
Evan, mi nieto, de ocho meses de edad, sabe perfectamente que no le gusta comer chícharos y que, en cambio, el aguacate es delicioso. Y actúa en consecuencia.

También sabe que ambos - chícharos y aguacates- son alimentos y son de color y textura semejante, pero no son lo mismo. Evan, a su corta edad, no confundiría una pequeña pelota de plástico verde brillante con su comida, pero, además de la vista y el tacto, utiliza el sentido del gusto para conocer la colorida pelota y se la lleva a la boca, no para comérsela porque su sabor no es agradable, sino para "probarla" y conocer más y mejor ese pequeño objeto. Los juguetes, él lo sabe, no son lo mismo que la comida. Evan, sin que aún pueda formularlo verbalmente, sabe que "probar" algo, experimentarlo con alguno o varios de sus sentidos (vista, olfato, gusto, tacto, oído), es la forma de conocer "algo más" de ese "algo" específico. Es adquirir, intelectualmente, algo nuevo a partir de lo conocido anteriormente, captar semejanzas y diferencias. 

Y Evan también sabe que todos esos "algo" (entes) tienen en común el hecho de ser, pero que no son lo mismo. Sabe, pues, que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Evan hace cada día, casi a cada momento, nuevos descubrimientos fascinantes, basado en esos primeros principios abstractos que obtuvo, no obstante ser principios abstractos, a partir de la experiencia sensorial. Evan goza, ya desde su corta edad, la fascinante aventura de descifrar. Más tarde, para manejar el caudal de conocimientos que ha obtenido a partir de la experiencia y de la facultad de abstracción (es decir: la facultad de despojar cada "algo" de sus características materiales accidentales para captar su esencia, lo que le hace "ser lo que es", ser ese "algo" y no "otro algo") Evan aprenderá otro arte, secundario al de descifrar, que es el arte de cifrar. Nombrará las cosas, para distinguirlas entre sí, pero también para poder unirlas, de manera abstracta, y poder expresar que el aguacate que le dieron de comer ayer es de la misma clase que el aguacate que disfruta hoy, pero a la vez son distintos. Podrá llegar a expresar claramente a sus papás: "No quiero chícharos, prefiero comer aguacate". 

Descifrar y cifrar. En ese orden. Tal vez, ¡ay!, dentro de algunos años Evan podría cometer, sin darse cuenta, el grave error de querer alterar ese orden y pretender cifrar sin antes haber descifrado (entonces por ejemplo, Dios no lo quiera, Evan se apresurará a poner en su muro de Facebook textos o imágenes que en realidad no entiende, pero que le harán aparecer ante los otros como alguien que expresa sus opiniones y creencias de forma rotunda, sugestiva, taxativa), pero esa es otra historia que aún no sucede, porque hoy día, por fortuna, Evan aún no ha sido contaminado por la perversa consigna de cierta modernidad hegeliana, que muy claramente cifró Marx al formular su IX tesis sobre Feuerbach: "Los filósofos han contemplado demasiado tiempo el mundo; ahora es preciso transformarlo". Consigna atroz, si las hay, que nos tiene cada vez más confundidos, ocupados en hacer cosas que servirán para no sabemos qué, apresurados por llegar a no sabemos dónde y agobiados por no sabemos qué pesares. Pero esa es otra historia y dejémoslo ahí, para volver al conocimiento recto y aún no contaminado de Evan a los ocho meses de edad. Al conocimiento del que obtuvo Evan, como alguna vez cada uno de nosotros, ese principio fundamental para descifrar el mundo, para entenderlo, para contemplarlo (a despecho de lo que la contemplación del mundo parecía fastidiar a Marx, je, je, je): "Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa...", no es lo mismo tal que cual.

Porque, ¡ay!, con gran frecuencia dejamos en el desván de las cosas inútiles o prescindibles esa verdad grandiosa y fundamental. De otra manera, no se entiende que haya tanta gente adulta que confunda una cosa (digamos, el proceso de votar para elegir un presidente tachando un nombre o un emblema en una papeleta) con otra cosa (decidir dónde es más conveniente construir un aeropuerto seguro, útil, viable, digamos) o que confunda a un presidente electo con un profeta iluminado por alguna sabiduría infusa y omnisciente. Una cosa por otra. 

Primero descifremos paso a paso, o acudamos a quienes saben del asunto porque se han dedicado, con método, con orden, con honestidad intelectual, a estudiarlo, a descifrarlo y sólo después hablemos, prediquemos, hagamos o dejemos de hacer. 

¿Sabios?, sabios los niños de meses de edad, que nunca pondrían la carreta delante del caballo. 






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