miércoles, 11 de julio de 2018

Hacerle "el caldo gordo" a AMLO con el peso

Hoy, el principal encabezado del periódico "El Financiero" me ha resultado muy divertido, dice:
"Regresa al mercado el apetito por el peso".

La anfibología de la palabra "peso", que lo mismo puede entenderse como la moneda nacional que como la medida del volumen o masa de un objeto o persona,  permite que uno pueda descifrar el enunciado en clave humorística. Digamos, como: "Hacen el 'caldo gordo' con la apreciación del peso" o "Engordan las ilusiones del venturoso cambio con el desempeño del tipo de cambio"...

Y así, numerosos juegos de palabras que parecen diversión ociosa. 

Seamos serios y regresemos a lo que verdaderamente nos dice la información de ese periódico bajo ese encabezado tan singular. En breve, la nota consigna el excelente desempeño del peso mexicano frente al dólar estadounidense en los últimos días, específicamente a partir de que se proclamase el triunfo arrollador (es el adjetivo que conviene, sin duda) de Andrés Manuel López Obrador en las recientes elecciones presidenciales.

En efecto, el tipo de cambio en el mercado interbancario cerró ayer en 18.93 pesos por dólar estadounidense y añade la nota: "Según un listado de Bloomberg, durante la jornada el peso fue una de las monedas emergentes de mejor comportamiento".

Y se cita a una analista de un banco mexicano, quien señaló que "la reunión que tendrán integrantes del equipo de AMLO con funcionarios estadounidenses es una señal positiva para el mercado".

Para más abundar en el ánimo festivo por lo bien que se anda portando el peso, Enrique Quintana, director editorial del diario, en su columna cotidiana explica: "...en los último 30 días nuestro peso es la única divisa (en negritas en el original) de mercados emergentes que se ha apreciado frente al dólar, lo que claramente muestra que los inversionistas están separando a México (en negritas en el original) del resto de los mercados emergentes, obviamente por lo que está pasando aquí".

¿Y qué está pasando aquí? Todo mundo lo sabe, creo: Aquí ha pasado que ganó por un amplísimo margen y por una cantidad más que abundante de votos el señor López Obrador y que su triunfo no sólo fue reconocido con rapidez y sin regateos, sino que ha sido recibido como una excelente noticia, como el anticipo de un gran cambio en el país, como muestra de la madurez democrática de México e inicio de una nueva era que si bien no acabamos de definir qué tan buena y qué tan duradera será, se prevé como venturosa y promisoria. 

¡Qué bonito!, pero hay algunos puntos oscuros en este mural que se nos vende, en principio y casi sin cautela, como glorioso y triunfal. Y ello me obliga, me perdonarán los lectores, a volver a la interpretación humorística - digamos- del encabezado acerca del "apetito" recobrado por "el peso"...

A riesgo de ser aguafiestas sí encuentro motivos para creer que le estamos haciendo el caldo gordo a la victoria de AMLO. Hacerle a alguien el caldo gordo, dice el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es una locución coloquial que significa "hacerle (a alguien) el juego", darle por su lado, "darle el avión", cultivarlo con halagos...

Veamos: un elemento decisivo para la reciente apreciación del peso que parecen desdeñar tanto la nota como la columna reseñadas es la tasa de interés nominal y real que se obtiene en México. Los Cetes a 28 días se colocaron ayer en la subasta semanal de valores gubernamentales del Banco de México a una tasa de 7.74%, apenas un punto base por debajo de la tasa de referencia (TII a un día) del propio Banco Central que está en 7.75% y que, según la mayoría de los analistas, subirá a 8% en el futuro próximo (mi previsión es que esto sucederá tan pronto como el 2 de agosto, en la próxima reunión de política monetaria de la Junta de Gobierno del Banco de México), mientras que la inflación anual se ubicó, al cierre de junio, en 4.65 por ciento. No hay en el mundo en este momento opciones de inversión tan atractivas, en el corto plazo, como las que está ofreciendo México. 

Por si fuese poco, la Junta de Gobierno del Banco de México, como lo señalé hace unos días, ha sido más que clara y contundente al avisar que no dudará en elevar la tasa de referencia si percibe un deterioro en las expectativas de inflación; en otras palabras: los actuales integrantes de dicho órgano colegiado están comprometidos públicamente a lograr que la inflación anual se consolide lo antes posible en su meta de 3 por ciento (con un intervalo de variación de más o menos un punto porcentual) y sostendrán su compromiso viniere lo que viniere en el futuro próximo o remoto.

Por algo es una institución genuinamente autónoma, con un mandato unívoco de lograr una inflación baja y estable. 

Por otro lado, hasta ahora no percibo ningún hecho concreto que avale el entusiasmo que algunos muestran por el futuro gobierno de López Obrador en materia macroeconómica. No tenemos hechos, sino declaraciones generales, varias veces confusas e imprecisas, excelentes promesas verbales, arriesgadas ocurrencias, "genialidades" (como dibujar un futuro de promisorias exportaciones de mole a China y de agua de coco a los millenials del orbe) que dan risa y miedo a la vez...

Y no es reproche, dado que el señor López Obrador no será Presidente hasta el primer día de diciembre de este año; dentro de 141 días. En ese tiempo el tipo de cambio puede moverse en una u otra dirección y lenta o rápidamente, con suavidad o con espasmos bruscos. Imposible saberlo a ciencia cierta. 

Hoy, el fenómeno AMLO es "virtual". Tan virtual como "el caldo gordo". 

Piénsenlo.



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