Fue una excelente pregunta la que le hizo el viernes por la mañana Sergio Sarmiento a Rafael Rodríguez, de la revista “Proceso”, durante una entrevista radiofónica. Palabras más o menos fue esta la pregunta:
- ¿Cuál es la fuente en la qué la revista “Proceso” sustenta su afirmación de que hay una conspiración orquestada por el Gobierno Federal para atacar a esa revista?
Y la respuesta de Rodríguez fue una delicia. Invocó “la lógica de los hechos”. Esto es: más que una fuente o un dato, los editores de la revista, el propio Rodríguez que es su director, “deducen” que así son las cosas. No necesitan más.
Paréntesis indispensable: todo esto proviene de otro más de los episodios de dimes y diretes, dichos y contradichos, en los que está convirtiéndose cierto “periodismo”. En un noticiario de una televisora (Televisa) se difundió la declaración de un presunto narcotraficante actualmente preso quien señalaba que un reportero de la multicitada revista (Proceso) habría sido sobornado para que dejase de mencionar al mismo presunto narcotraficante en sus “investigaciones periodísticas”.
El reportero y la revista reaccionaron indignados asegurando que las imputaciones, que rechazaron como falsas, forman parte de una campaña de persecución del gobierno contra la revista. Termina el paréntesis.
Lo que hoy me ocupa, más que las acusaciones cruzadas, es el “razonamiento” (¿le podemos llamar así?) que esgrime Rodríguez para sustentar su tesis de la conspiración gubernamental en contra de su revista. Y me ocupo del asunto porque refleja con gran elocuencia que la lógica y el rigor deductivo que esa disciplina enseña son territorios ignotos para una gran parte de los mexicanos que opinan (opinamos) en los medios de comunicación.
Rodríguez en este ejemplo invoca “la lógica de los hechos” para darle patente de verdad a una burda paranoia. No tiene forma de demostrar – pese a lo que dice- una relación de causa-efecto entre los hechos que relaciona. Su “razonamiento” es el siguiente:
(1) El sujeto “A” (televisora) difunde que el sujeto “B” (presunto delincuente) dijo que el sujeto “C” (reportero de la revista e indirectamente la propia revista) fue corrompido para que callase lo que sabía y que podía perjudicar a “B”.
(2) El sujeto “C” (reportero y director de la revista) responden que es “evidente” (Rodríguez usó ese adjetivo) que la causa detrás del hecho (1) es que “D” (el gobierno federal) está disgustado porque “C” ha denunciado reiteradamente la mala conducta de “D” en su combate al narcotráfico y, como conjetura, “C” ha insinuado una vinculación de “D” con algunos de los grupos criminales.
En primer lugar, si eso es “evidente” como dice Rodríguez que lo es, habrá que recordar que lo evidente es indemostrable: no se deduce, se muestra y todo mundo ve la verdad que al mostrarse resplandece. Evidentes hay pocas cosas, como los axiomas: “dos es igual a dos”.
En segundo lugar, confundir la suspicacia enfermiza con la perspicacia de un verdadero investigador en busca de la verdad, es uno auténtica idiotez y una gran mentira. Sospechar no es demostrar. Si así fuese, Otelo sería un personaje de Arthur Conan Doyle (Sherlock Holmes) y no el paradigma del enfermo de celos que es el personaje inmortal de Shakespeare.
Por eso la pregunta de Sergio fue tan acertada. Es imposible que alguien sepa algo y que a la vez no sepa explicar cómo lo sabe.
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