jueves, 23 de diciembre de 2010

La Navidad, el consumo y los amargosos

¿Es malo que con motivo de la Navidad aumente el consumo? No. Podrá ser malo que se nos olvide lo que festejamos en la Navidad, pero ¿por qué habría de ser malo que al festejar un hecho tan notable, el nacimiento de Dios, comamos mejor que otros días, bebamos mejor que otros días, regalemos cosas lo mismo nimias que valiosas a quienes queremos y con quienes queremos compartir la dicha de tal noticia?

Los “amargosos” encontrarán siempre alguna razón para detestar estas fiestas. Si se consume mucho, porque a la gente le ha ido bien, lamentarán el tosco materialismo y el desenfreno consumista; por el contrario, si los tiempos han sido malos en lo económico, dirán que no hay nada que festejar. Que la mala economía fastidió la Navidad.

Nada les complace.

La actitud “amargosa” y anti-consumo de la que algunos pedantes hacen gala en la Navidad me recuerda un chiste que, al decir de Arthur Koestler, se contaba en voz baja en 1932 en la Unión Soviética. Para comprender plenamente el significado del chiste hay que advertir que en aquella época Stalin ya había decretado la existencia de dos “desviaciones abominables” que merecían la persecución, la prisión y, al final, el exterminio: a la izquierda existía la desviación de Trotski quien pugnaba que para beneficiar al proletariado industrial debería aplicarse una política severa en contra de los campesinos; la desviación a la derecha era la de Bujarin quien abogaba por dar concesiones a los campesinos a expensas de los obreros.

Hecha la anotación, va el chiste:

“Pregunta: ¿Qué significa el hecho de que haya alimentos en la ciudad, pero no en el campo?
“Respuesta: Una desviación trotskista hacia la izquierda.
“Pregunta: ¿Qué significa el hecho de que haya alimentos en el campo, pero no en la ciudad?
“Respuesta: Una desviación bujaranista hacia la derecha.
“Pregunta: ¿Qué significa el hecho de que no haya alimentos ni en el campo ni en la ciudad?
“Respuesta: La correcta aplicación de las directivas generales del Estado.
“Pregunta: Y, ¿qué significa el hecho de que haya alimentos tanto en el campo como en la ciudad?
“Respuesta: Los horrores del capitalismo”.


Bien, los “amargosos” de la Navidad dicen que una Navidad pletórica de consumo y de intercambios de regalos significa una fiesta abominable, hedonista, superficial, agnóstica, amnésica y quién sabe cuántas cosas más. Todas cosas malas, desde luego. En resumen: una Navidad próspera es una Navidad engullida por el odioso capitalismo de libre mercado.
Pero también sostienen los “amargosos” que una Navidad austera, en la que debamos conformarnos con “regalar afecto” (como se decía en México en los aciagos tiempos de las prédicas “echeverríaco-moralistas” contra el consumo y la prosperidad) debido a que hay desempleo, pobreza e innumerables estrecheces económicas, sólo demuestra que la Navidad, una fiesta tan bella, fue engullida por los horrores que causa el capitalismo de libre mercado.

Total, hacen de la prosperidad un pecado; detestan el progreso; adoran ser víctimas sufridas y dolientes. Puritanos que tienen en los labios la frase perfecta para fastidiar cualquier celebración.

Ni modo, también con ellos, con los amargosos irremediables e irredentos, hay que contar. Y también a ellos, y muy a su pesar, hay que desearles una muy feliz Navidad.

Eso sí, que los amargosos no esperen muchos regalos porque les pueden dañar. ¡Qué horror, podrían volverse un poco optimistas! Nunca cambien.

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