¿Qué tan buena memoria tiene usted? A ver, hagamos una prueba: ¿Se acuerda cuál fue la inflación en México en el mes de enero del año pasado?
Lo más probable es que la inmensa mayoría de los mexicanos hayamos olvidado el dato, si es que alguna vez lo conocimos y le prestamos atención.
Sin embargo es un dato muy interesante cuando se contempla a un año de distancia. Terminemos con la incógnita: en el mes de enero de 2010 México tuvo una inflación muy elevada, el Índice Nacional de Precios al Consumidor creció en ese mes 1.09 por ciento. Mucho, de veras mucho.
¿Quiere usted hacer hoy el 22 de enero de 2011 una apuesta segura? Apueste que la inflación de este mes será notablemente menor a la que tuvimos hace un año. No tiene riesgo: ganará la apuesta.
No está por demás recordar muchos de los comentarios de alarma y de los pronósticos de sombrío pesimismo que el crecimiento de los precios suscitó por aquellos días entre no pocos políticos y periodistas.
¿Después de conocer el dato de la inflación mensual de enero de 2010, cuántos habrían apostado que la inflación anual en ese año terminaría siendo sólo de 4.4 por ciento? Casi nadie.
Por el contrario, sin rubor alguno sesudos analistas y políticos de voz estentórea y dedo flamígero (nota: el dedo flamígero es hermano gemelo del “dedo-en-la-llaga”), desdeñaron lo que entonces advirtió la Junta de Gobierno del Banco de México en su anuncio de política monetaria del 15 de enero de 2010: “Si bien para 2010 se espera un incremento de la inflación como consecuencia del cambio en las tasas impositivas y en precios y tarifas del sector público, las condiciones de holgura de la economía contribuirán a atenuar el traslado de dichos cambios a los precios al consumidor…Como los impactos directos sobre la inflación de modificaciones tributarias así como de correcciones a los precios y tarifas públicos son típicamente transitorios, los bancos centrales usualmente no los contrarrestan.” Y, en efecto, el Banco de México no pretendió contrarrestar, con decisiones de política monetaria, tales alzas. Y el tiempo le dio sobradamente la razón.
Hoy, en 2011, sorprendentemente algunos analistas (no muchos, por cierto, lo que indica que la mayoría de ellos sí tiene buena memoria), y muchos más políticos (un poquitín más desmemoriados o menos escrupulosos al momento de formular vaticinios), vuelven a levantar el dedo flamígero anticipando, con aire doctoral, que “la realidad (en materia de precios) que se perfila para 2011 es dolorosa para las familias mexicanas, especialmente las de menores ingresos”. Bien, habrá que guardar en el archivo estas tristes admoniciones y desempolvarlas en enero de 2012 para comprobar si se cumplieron tan sombríos presagios. Ya veremos.
Otra vez, echemos para atrás la película hasta enero de 2010 y recordemos que ese mes la tarifa del Metro de la ciudad de México subió 50% de golpe y porrazo y que la tasa del IVA, aplicable a miles de bienes y servicios, subió un punto porcentual. También subieron las tarifas de transporte público en varias ciudades, subieron los impuestos especiales a la cerveza y a ciertos servicios de telecomunicaciones. Fueron “golpes” fuertes, pero de una sola vez como lo advertía desde entonces el Banco Central.
En 2011, les recuerdo a los estimados amigos del dedo flamígero y el presagio sombrío, no hay ni habrá tales ajustes de impuestos y de tarifas. Obtengan sus conclusiones.
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