sábado, 5 de diciembre de 2009

El espasmo que viene

Lucrar en sábado debe ser abominable. Todos en el fondo queremos obtener beneficios – ni pobres ni ricos estamos peleados con nuestros haberes- pero lucrar está mal visto. Y si lo hacemos en sábado, peor. Los fariseos reprochaban a Jesús que curase enfermos en sábado, cuánto más no habrán de reprocharnos que nos ocupemos de cosas prosaicas – dinero, empleo, crisis, recesión, impuestos, deudas, gastos y demás- en pleno sábado. El día final de la semana es intocable; es el día que hasta el mismo Dios descansó (muy merecido, desde luego, porque hacer el universo en seis días es productividad y no un cuento chino). Escribir de economía en sábado parece de mal gusto, es casi como maltratar a los animalitos o como no rendir veneración ciega a los premios Nóbel de economía que hicieron el favor, previo pago desde luego, de venir a decirnos lo mal que hacemos la tarea. ¿La harían ellos mejor?
Pero no hay que tomarse las cosas a la tremenda. La economía también pudiese ser desenfadada, despojarse de saco y corbata, treparse a la bicicleta y dar un paseo sabatino. Diversión posible, desde el siglo pasado, gracias a la semana inglesa. Un paseo ciclista para mirar esas cosas de la economía con curiosidad desinteresada, entre ociosa y científica, divertida. Que así sea pretende esta recién nacida columna en “Excélsior”.
Digamos, por lo pronto, que esta crisis nos ha resultado más larga que la Cuaresma y más insidiosa que infección resistente a los remedios al uso. Además revela, como sus predecesoras, conexiones insospechadas y molestas. En 2007 estalló en Estados Unidos la pompa de jabón de las hipotecas “chafas”, como “chafas” son las mercaderías adquiridas en la banqueta, de origen desconocido y probablemente criminal. De a poquitos, de espasmo en espasmo, de estallido de burbuja en estallido de burbuja, la crisis se fue instalando en todas las habitaciones de la casa, pese a los optimismos de los mismos premios Nóbel, como Paul Krugman, que otrora alentaban sin pena la inflación de burbujas. A un señor en Oporto, Portugal, le dijeron que sus inversiones se volvieron polvo porque otro tipo dejó de pagar las mensualidades del condominio allá en América, en Miami. ¿Y yo por qué?, inquirió el portugués. Pues, por la espantosa modernidad del dinero (según frase de Alfredo Bryce Echenique).
Crisis punteada por espasmos y breves alivios que los gobiernos aprovechan para proclamar: “¡Recuperación a la vista!”; hasta la siguiente e inesperada contracción. Un hipo que no cede ni ante los remedios más aconsejados, como ese de tomarse un vaso de agua al revés. Una crisis que no se arregla con carretadas de dinero público, ni con tasas de interés cercanas al cero.
Esto sólo se arreglará con muchas y dolorosas contracciones sucesivas, hasta que las aguas recobren su nivel. Esto se arregla haciendo más con menos, con productividad.
¿Por dónde llegará el próximo espasmo?, ¿vendrá de los fastuosos desarrollos inmobiliarios del emirato árabe de Dubai, donde el pago de miles de millones de dólares a los inversionistas ya se ha postergado generando enojos y sobresaltos?, ¿llegará de Grecia, pariente pobre de la Unión Europea, cuyo gobierno se rehúsa a corregir, mediante alzas de impuestos y recortes al gasto, el espantoso déficit fiscal de cerca de 12 por ciento del PIB?
Por hoy, despreocupémonos, que para eso, supongo, se inventó la semana inglesa.

1 comentario:

  1. Felcidades por la nueva columna y la nueva bitácora. El éxito será la natural consecuencia de este nuevo proyecto.

    Salduos,

    RM (otor RM por supuesto)

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