miércoles, 4 de julio de 2018

Respetar, también, la meta permanente de inflación

El objetivo prioritario del Banco de México es inequívoco y único: procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional. Así dice, textual, el párrafo sexto del artículo 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Para lograr su objetivo prioritario, el Banco de México utiliza un esquema de política monetaria conocido como "objetivos de inflación", es un esquema común en la mayoría de los bancos centrales del orbe. El esquema consiste, llanamente, en establecer una meta de inflación anual, de carácter permanente, y utilizar todas las herramientas de política monetaria a disposición del Banco para lograr tal meta.

Esa meta, en México, es de 3 por ciento anual de inflación (medida de acuerdo al Índice Nacional de Precios al Consumidor INPC) con un intervalo de variabilidad de más o menos un punto porcentual. Para efectos prácticos, se dice que el Banco de México está en el rango de su meta de inflación cuando la variación en el INPC, en los últimos doce meses, se ubica entre el dos y el cuatro por ciento. 

Dato puntual: al cierre de la primera quincena de junio de este año dicha variación (inflación general anual) fue de 4.54 por ciento. Es decir: aún arriba de la meta permanente del Banco de México pero notablemente inferior que la variación anual registrada doce meses atrás, en 2017, que fue de 6.30 por ciento.

La tendencia en los meses recientes ha sido claramente a la baja y se atribuye, en primera instancia, a la política monetaria restrictiva instrumentada por el propio Banco de México a través de la tasa de interés objetivo o de referencia que es la Tasa de Interés Interbancaria a un día, que hoy está en 7.75 por ciento.

Para buena parte de los especialistas todo esto es más que sabido. Y para la mayoría del público también es sabido que el futuro gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha dicho en reiteradas oportunidades que respetará la autonomía del Banco Central.

Con todos estos antecedentes, me sorprendió hoy miércoles en la mañana enterarme que Carlos Urzúa, quien presuntamente será el Secretario de Hacienda en el gobierno de López Obrador, haya dicho que "para el primer año de la próxima administración (los integrantes del equipo del futuro Presidente) esperan que la inflación llegue a un nivel de entre 4 y 5 por ciento, por arriba de lo esperado por el mercado" (cito la versión que ofreció en su edición en línea el periódico "El Financiero").

Es una declaración cuando menos imprudente, ya que pone en duda, sin mayores argumentos, la viabilidad de la meta permanente, (subrayo: permanente) del Banco de México y es una declaración que mina la autonomía del Banco Central en el terreno de las expectativas, que es crucial para el funcionamiento del esquema de metas de inflación.

Se me dirá, tal vez, que en estos días de transición y de "grandes cambios" se trató de un mero desliz sin importancia, de una cifra muy aproximada emitida de improviso bajo la presión de un interrogatorio periodístico y que no merece atención.

Sin embargo, el asunto es mucho más serio de lo que parece. Si el Secretario de Hacienda -el actual o el presunto- pone en entredicho la capacidad del Banco de México para alcanzar su meta permanente de inflación, está poniendo en serio riesgo la autonomía del Banco Central, la cual es crucial para la estabilidad económica de México.

Piénsenlo bien antes de hablar.

 

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